1/7/20

Julio

Hemos llegado al ecuador de este año raro. Yo ya ando contando los días para volver a ver el mar, entre historias sobre limoneros y paisajes italianos que descubro en el libro que estoy leyendo, y la búsqueda de las próximas lecturas que evoquen veranos eternos y paisajes costeros. Este es el mes en el que las preocupaciones quedan aparcadas y vuelvo a ilusionarme con el presente, sin pensar en lo que vendrá. Un mes para coger fuerzas y reconciliarme con el mundo que me rodea. Porque en verano el mundo parece un lugar más bonito.

Este mes es mi verano efímero, mi descanso y mi ensoñación. Es estos días de lluvia más típicos del otoño y que después del calor echaba casi de menos; es celebrar cumpleaños soplando las velas y pidiendo deseos compartidos; es esos días en la costa que aún nos aguardan, recorriendo carreteras sobre acantilados; es recordar ese día de fiesta en el bosque. Es el mes que necesito para renovar mis ganas.

29/3/20

Los días del coronavirus

Veo el mundo en pausa a través de mi ventana. Un mundo donde se dejó de oír el murmullo de la ciudad y los pájaros vuelan de balcón en balcón. El cielo ha borrado las estelas de los aviones y por las noches se llena de estrellas. Los árboles brotan y se colorean los jardines mientras los días se hacen más largos y el tiempo pasa añorando lo que se quedó al otro lado.

Sin embargo, la vida ahí fuera se para y dentro sigue creciendo.

Me entretengo escribiendo una lista, lo que haremos cuando termine este confinamiento. Volver a ver a los otros, descubrir nuevos rincones, volver a recorrer los conocidos. La esperanza se intuye entre esas líneas.

Tocar, saborear, sentir.

Todo habrá cambiado después de este intermedio, algo ya está cambiando. Seré la misma y no lo seré. Cambiarán mi centro de gravedad, las distancias, los sentimientos.

Algo bulle cada vez más fuerte aunque a veces me cuesta notarlo. Sigo atenta.

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?