2/2/09

Hilvanando días

La luna estaba zurcida al techo, las estrellas prendidas con alfileres. Porque ya ni siquiera tenía el cielo para mirarlo, y recurría al falso satélite para seguir soñando. Ahora le parecía que solo le quedaba una vida de remiendos, a ratos lúcida, a ratos confusa, pero la mayor parte del tiempo vacía. Hilvanando días se perdía averiguando como llenar esos vacíos, y finalmente solo perdía el tiempo intentando enhebrar una idea. Atrás quedaban las ganas de coser un futuro distinto al presente y se iban deshilachando los recuerdos que caían de sus ojos.
Lo mismo pasó otras veces, pensaba, pero esta vez la espera era muy larga, no tenía ganas de mirar a la luna.

Y había olvidado su dedal.

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?