16/10/15

India

Que se puede decir de este lugar del mundo que no se haya dicho ya... Nada y todo, porque India es en muchos sentidos la nada, y también es todo. Solo hemos recorrido una parte pequeñita de un país inmenso, enrevesado y diferente a cualquier otro, y nos ha dejado, por decirlo de manera sencilla, descolocadas.

Es imposible comprender desde nuestra visión de las cosas lo que allí se vive, lo que te encuentras en cada calle, en cada templo, en esas carreteras del infierno. Entender eso del karma y el destino, el conformarse, el que cada uno nace en el escalón de la sociedad al que corresponde y eso no se puede cambiar. Entender esa suciedad callejera, que la basura está ahí y es parte del paisaje de cada día. Entender esa servidumbre disfrazada de una extraña amabilidad, y que es tan inútil y poco eficiente. Entender de donde provienen esos olores desconocidos. Entender esa manera de jugarse la vida a cada momento en carreteras de dos carriles (pero que tienen un tercero en medio), y que puedes encontrarte con un camión que viene en tu sentido o sortear una vaca, cabra, oveja, burro, camello... sin contar con tuk-tuks, autobuses, rickshaws, motos o cualquier otro vehículo con al menos una rueda. Entender que todos esos ganeshas y esas esvásticas en los dinteles de las puertas solo buscan atraer la suerte. Entender como se puede vivir rodeado de miseria y seguir bailando a ritmo desenfrenado mientras sigues a un dios de plástico. Entender que un país tan pobre tenga tanta historia, templos, palacios, paisajes y monumentos impresionantes, y solo unos pocos se aprovechen de esa riqueza. Entender que en ciertos lugares no ves a una sola mujer en la calle, y esa mirada sucia de algunos hombres. Entender la importancia de la religión y su espiritualidad, y a la vez la de conseguir unas cuantas rupias aunque sea a base de engaños. Entender que alguien se pueda pasar el día sentando mirando la vida pasar.

Intentar entender que hay niños viviendo al lado de una tubería al borde de una carretera atestada de tráfico, donde juegan, duermen, hacen sus necesidades y van en busca de una limosna a base de aporrear las ventanillas de los coches. Entender como se puede vivir con todo eso a tu alrededor, mirar para otro lado y no dejar que nada te toque.

Se que no hemos visto la cara más cruda y que lo mismo, tal vez en menor grado, lo tenemos también aquí, en nuestro "mundo civilizado". Aún así, una sensación de estómago revuelto es lo que te dejan ciertas cosas que te vas encontrando por el camino. Acabas muy cansada, harta del choque cultural y lo difícil que es intentar comprenderlo, y sin embargo, pienso que volveré. Hemos tardado bastantes años en hacer realidad este viaje, y no se cuantos más tardaré esta vez, pero India es tantas cosas que es imposible no volver y sorprenderte, absorber todo lo que puedas, exprimir tu pequeño cerebro para encontrar el sentido a todo eso, andar y darte la vuelta mil veces para intentar grabar esa imagen para siempre. Imágenes de colores maravillosos, atardeceres únicos, sonidos mágicos.

Y es que una sola sonrisa sincera que te dedique una de sus gentes es suficiente para que quedes enganchada a esta tierra.

(Además, aún tengo que ver el Taj Mahal a la luz de la luna llena e ir a un cine...)

2/6/15

Ilusión

Son esas ilusiones que teníamos hace unos años. Lo que íbamos inventando sin creérnoslo. Esos momentos deseados que compartiríamos entre risas, nervios y lágrimas. Y los que vendrían después, y mucho después, toda una vida.

Y contra todo pronóstico, llega ese día en el que todo sucede, y ese día no estás, no lo compartimos, no lo soñamos, no nos ilusionamos. Todo se queda en una corta excusa sin sentimiento, la excusa para decir que todo está olvidado, que el pasado ha cambiado para ti y ya no existe, que no estás, que si has estado hasta ahora era porque yo quería.

A pesar de que mi alegría se ha encogido un poquito, no voy a flaquear,  no voy a empezar a pensar los porqués ni a a apenarme por lo que no puedo controlar. Yo lo voy a vivir igual, la misma ilusión, los mismos sueños, la misma felicidad. Si después de todo quedan ganas y fuerzas, lo hablaremos, o no, tampoco pasa nada. Por fin yo también estoy aprendiendo a pasar página.

29/4/15

Mont des Arts

28 de abril de 2015

Son las 9, está empezando a anochecer y el cielo se colorea de tonos naranjas y violetas. Sopla un poco de viento. Una pantalla de cine colocada en las escaleras entorpece el paso, el lugar donde horas antes se paraban los turistas para hacerse fotos con la ciudad de fondo. Mientras que una veintena de jóvenes beben cerveza en la improvisada terraza montada para ver un ciclo de cortos, un chico prepara los cartones que le servirán como lecho esta noche al abrigo de unos soportales, apenas a diez metros de la pantalla. Esto es Bruselas, un pequeño espacio donde conviven distintas vidas ajenas las unas a las otras. Más abajo, en la escalinata a los pies de la estatua ecuestre, un hombre perjura en italiano dirigiéndose a un público invisible.

Bajo unos árboles en flor se forma un remolino y los pétalos rosados empiezan a girar. Huele a patatas fritas, un bebé llora, los últimos turistas deambulan y  a mi lado pasan rápido tres adolescentes hablando una mezcla de inglés, francés y neerlandés. Ahora llego frente a la tienda de jabones, absorbo el olor a lavanda. Una chica rubia canta y toca la guitarra en una esquina.

Todos se arremolinan sobre calles adoquinadas, adoquines separados por grietas por las cuales  algunos se cuelan, y otros saltan.

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?