3/5/12

Fuera

Sí, siempre he querido irme fuera a vivir, era una de esas cosas que no quería ni debía dejar pasar.


Te vas fuera del sitio donde naciste, donde has vivido infancia, adolescencia y (parte de tu) juventud, y tienes mil motivos, estás harta de lo mismo y necesitas un cambio, no tienes trabajo, las cosas son distintas y crees que ese sitio ya no es el mismo, aprender.... quieres vivir esa experiencia, salir fuera y empezar a sentirte el extranjero, el distinto. Y en mi caso me fuí, como quien cambia de barrio o de ciudad, a otro país, sin pensar demasiado como sería o lo que me esperaba, y teniendo como prejuicio que empezaría a echar de menos, "la nostalgia" temida de todo inmigrante. 


Sorpresa (y susto al darme cuenta de lo desapegada que soy) cuando pasan los días, las semanas y los meses y no, no echas de menos, o al menos no con la intensidad que cabría esperar. Pero eso dura lo que tardas en volver a casa por vacaciones. Después de pasarme un vuelo de más de dos horas leyendo y durmiendo, y eso que nunca me duermo en un avión, empezamos a aterrizar, y yo que sé que eso de ahí abajo es Mi país, empiezo a sentir una cosa extraña, y cuando toca tierra se me escapa una sonrisilla y un cosquilleo en el estómago que me dice "ya estás en casa". Juro que no lo hice a posta, ese amor por la tierra fue súbito y muy natural. Bajo y aunque ha llovido la sensación es de calidez. Luego voy por los pasillos del aeropuerto alucinada leyendo todos los carteles que me encuentro hasta llegar a ver la primera cara conocida. Entonces supe que sí había echado de menos.


Me había pasado tres meses diciendo "pues yo estoy contentísima con el tiempo aquí, creía que iba a pasarlo peor, además hasta sale el sol"... Aunque suene a tópico, este sol es una broma, la luz es diferente y nosotros estamos acostumbrados a mirar con la nuestra. Además me he pasado dos semanas comiendo todo lo que me gusta desesperadamente con una lista que me hice del tipo de las que haces antes del fin del mundo. No sabía que me gustaban tanto los churros con chocolate y las fresas.


Y luego están las cosas que han cambiado y las que habían cambiado antes de irte pero que, o no te habías dado cuenta o esperabas a que volvieran a ser como antes mientras estabas ausente. Ahí es cuando llega el punto de inflexión, tomas conciencia de todo lo que no te gusta de tu hogar, empiezas a comparar con lo que tienes aquí, piensas que es mejor, pero en otras cosas es peor, que como en casa no se está en ninguna parte... y al final te haces un lío de cabeza y ya no perteneces totalmente ni a un sitio ni a otro, ya has ido dejando trocitos en los dos.


Hasta ahora solo sabía lo que era sentir nostalgia por lo que había perdido, ahora la tengo por cosas que siguen ahí, pero que están lejos. Y he sentido nostalgia al coger del armario algo que me traje y que huele al detergente de mi casa. 

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?