1/2/17

La la Land

City of stars, are you shining just for me?
Aún escribo desde las nubes. Hacía muchísimo que no salía del cine con esa sensación de felicidad cinéfila que sentía cuando una película me enamoraba de verdad. También es cierto que aparentemente tenía muchas cosas por las que podría gustarme: un musical, una historia de amor, una estética colorista muy atrayente..., así que por eso mismo me negué a ver trailers o leer críticas antes de verla, no quería que nada estropeara esta experiencia.

Y que experiencia. Entrar en una sala dorada, presidiendo un gran sol sobre la pantalla y grabados en las paredes, una sala que te evoca uno de esos cines de los años más glamurosos de Hollywood, y por sorpresa, porque no sabíamos en que sala se proyectaba hasta entrar. El lugar perfecto para una película que habla de soñadores y de la ciudad de las estrellas. Sólo con eso ya me pareció que merecía la pena la visita al cine, por poder verla rodeada de esa magia. Y cuando comenzó la magia hizo su efecto, sonreí, fui cómplice y soñé, bailé y canté, y la última parte de la película ya me robó el corazón. Sí, a mi me parece el final perfecto para esta historia.

La gente que no me conoce mucho debe pensar que soy un poco rara, o cursi, cuando digo "me encantaría que la vida fuera como un musical", pero no me corto y la suelto cuando viene a cuento (que puede ser casi siempre). Y es que creo que la vida sería mas bonita si en lugar de expresar la tristeza, la ira, el amor o la alegría con palabras, o no expresarlo en absoluto, lo hiciéramos con una canción y se nos uniera un coro de gente y todos bailáramos al mismo son. Creo que lo que consigue esta película es crear esa sensación de alegría colectiva, de pensar que hay esperanza, que vamos a salir a saltar y gritar y bailar y cantar sin que nada más importe. Porque no importa lo que se pueda quedar en el camino a causa de las decisiones que nos toque tomar si perseguimos nuestros sueños, lo que de verdad amamos, porque la vida igualmente será un viaje maravilloso. Agridulce pero hermoso.

La la Land ha conseguido que vuelva a guardar la entrada de cine, como lo hice con la de Moulin Rouge o la de Amélie de mis 18 años. Esa magia del cine que sentía cuando iba todas las semanas, leía la Fotogramas y hasta me planteaba escribir mis propias críticas. Cuando soñaba que yo era la protagonista de la película. Cuando se me ponían los ojos vidriosos. Soñar, supongo que eso es el cine.

La La Land es el lugar donde uno va a olvidarse de las cosas feas de la vida terrenal que nos ha tocado.

Quiero vivir todo el año en verano y llevar vestidos de colores, ir a conciertos de jazz, tocar las estrellas, ver musicales antiguos, emocionarme con cada atardecer y aprender claqué. Sí, yo soy muy de La la Land, siempre estoy bailando en las nubes.

Cosas de soñadores.

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?

¿En qué estrella estará mi dulce corazón?