Nunca había deseado tanto estar de vuelta. Había pasado
demasiados años olvidando aquellos rostros, las voces que los acompañaban, esa
casa que siempre le pareció maldita. Y ahora estaba pasando sus últimos días
intentando volver allí, primero atravesando el frío en un tren, después
buscando quien le acercara unos pocos kilómetros más, y por fin se encontraba
en un viejo autobús renqueante por carreteras oscuras. Miraba a través del
cristal, la mirada siempre fija. Le rodeaban muecas de angustia y tristeza,
lágrimas. Silencio. No pensó en volver nunca, hoy era lo que más ansiaba.
No quedaría mucho combustible, esperaba que fuera el suficiente para que solo tuviese que andar un día.
Desandar tanta distancia, la misma que había interpuesto entre ellos y que se
le hacía su mayor enemiga junto con el tiempo, no sabía cuánto tiempo le quedaba.
Andaría ese camino con la mirada fija en un punto que le guiaba. Ansiaba un
hogar, el suyo.
Esos que ahora enmudecían y sollozaban, hacía no muchos días
habían estado llenos de ira. El egoísmo se veía en los ojos, la desesperación,
un enorme caos invadía cada rincón. Y tantos, tantos gritos. De quienes clamaban
al cielo, de quienes sembraban el terror, de quienes revelaban profecías, todos de
los que sentían dolor. Esos gritos y esa ira eran los que habían poblado la
primera parte de su vida, de la que había huido con la misma desesperación.
Ellos siempre habían estado en ese final, un final que nunca acababa de gritos,
insultos, peleas, lloros, escondites, miedo, terror y dolor. El final de todo
era un niño acurrucado debajo de una cama, con los oídos tapados e intentando
no respirar, con la mirada fija en un pequeño halo de luz que traspasaba una
rendija de la puerta.
Tenía la mirada fija, fija en esa luz. Fija en esa inmensa
luz anaranjada que crecía imperceptiblemente cada hora. Esa luz que le estaba
permitiendo volver a casa.
10 comentarios:
Duro relato, la verdad es que según avanza; uno no sabe porque desea volver. Imagino que todos necesitamos un sitio al que regresar.
Espero que se queden en eso en amargos recuerdos para el protagonista.
Nos leemos cuentacuentos.
Besos.
Que duro resulta a veces volver la vista atrás... Pero me he quedado con la duda de por qué esa luz naranja era la que le permitía volver. Aunque eso no es malo, porque me has dejado un rato releyendo la historia y buscando mis explicaciones!
me encanta que volvamos a ser esa gran familia que un día fuimos!
Un beso!
Supongo que huir es la primera tentación después de una infancia como esa, quizá después te des cuenta de que siguen siendo tu familia, no se, espero que la vuelta le fuera mejor a tu protagonista
bessos!!
Huir no era la solución, al menos no a largo plazo. A ver si no se le chafa el regreso con los malos recuerdos.
Feliz regreso!
Me encanta tenerte por aquí de nuevo.
Huir no es la solución, quedarse tampoco hubiera sido de ayuda. Cuando uno tiene un pasado así es necesario tiempo y distancia, pero soy de las que creen que el pasado aunque sólo sea en el aire y en el recuerdo siempre permanecen y eso volviendo no cura. ¿O si?
Un beso Lari.
Leo a través de sus ojos el rastro del maltrato del que fue testigo.
Como un rayo de sol fue su única esperanza, el único camino que aquél niño vio de color en un hogar de tonos oscuros y violentos.
Un camino de vuelta lleno de emoción y silencio.
Precioso relato.
Volvemos! :)
A veces es mejor tomar distancia para ver las cosas desde una perspectiva diferente. Desde ahí siempre se pueden reunir valores y argumentos para afrontar según qué realidades. Para volver hay que reunir valor, pero para irse a un lugar desconocido también.
Es una historia dura, pero el protagonista derrocha valentía.
Un abrazo.
Como bien cuenta tu relato el camino más duro y difícil es el camino de vuelta. Ese que nos lleva a un lugar o momento que llevamos muy hondo en el corazón.
Nos leemos!
El pasado, esa cosa que no te deja renacer y te obliga a huir...
Buen relato.
Mundoyás.
El regreso siempre es duro, y tú lo plasmas a la perfección. Besotes.
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