Han sido viajes "en un arrebato" los de este año. Decir "tengo que ir a..." y coger el billete sin pensarlo demasiado. Así empezó, regalando unos vuelos a Verona volví a Italia, y gracias a eso pude redescubrir Venecia, esta vez entre la niebla, comer las mejores pizzas, empaparme del espíritu de los amantes italianos. Otro arrebato, uno de esos "si no lo hago ahora, no lo hago nunca", por que...¿y si se acaba el mundo? Entonces no me habría pateado calles y calles de Manhattan, no hubiera subido a lo alto del Empire State y a aquella azotea desde la que lo observábamos iluminado una noche de luna llena, o no hubiese visto el atardecer desde Brooklyn. Nunca hubiera visto esa noche tan iluminada en pleno Times Square. Una tarde aburrida en la buhardilla mirando webs de viajes a cualquier destino se me metió otra ciudad en la cabeza: París, ya había esperado muchos años ese momento ideal que nunca llega, y en un "venga, ¿cuando te viene bien?", nos embarcamos. Nada más llegar, Montmartre, La Torre, y París iluminado. Luego el empedrado de las calles, el Sena, los cementerios bajo la lluvia, Hemingway y las cervezas en el bar de Amelie. Incluso ver desde el avión la torre Eiffel iluminada con sus "estrellitas parpadeantes". No me defraudó, y ahora SE (no me lo imagino como hacía antes) que quiero volver, y lo haré.
Si no hubiera dejado de pensar en que no tenía trabajo, en que hay que ahorrar (¿ahorrar para que?), jamás me hubiera ido, como les pasa a muchos. Esperamos, no sabemos a qué, para vivir y conocer, y no entendemos que donde más se aprende es en el camino. Tememos que algo o alguien nos castigue por no quedarnos esperando a eso que tiene que llegar y salgamos fuera a disfrutar. Es lo único que nos queda ya en un mundo como este, y aún hay gente que no se atreve, que espera inmóvil.
Al hacer un viaje únicamente me he arrepentido de no haberme quedado más, de no haber descubierto más rincones que formen parte del mapa que hay en mi memoria. Y por eso con mi última vuelta conseguí una cosa: despertar mi deseo latente de vivir en otro lugar.
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